martes, 27 de diciembre de 2011

Felicidades

Estimad@s amig@s,

Nos hemos tomado unos días de descanso para festejar las navidades, el año nuevo y la consecución de los dos primeros capítulos de "Los ojos de la medusa".

Volveremos con nuevas entradas, un par de semanas pasados los brindis.

Felices fiestas para tod@s!


Por: El Exiliado del Mitreo y Carol 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

2.7 - Destino Madrid-Barajas

“Los pasajeros con destino Madrid-Barajas dispónganse a embarcar por puerta…”

Solo escuché el principio de la parrafada, que luego fue repetida también en inglés. 

No fui el único, porque para todos los que estábamos por allí, sentados dispersos en las hileras de bancos de aquella zona de la terminal, fue el pistoletazo de salida para correr a formar una cola delante del mostrador de admisión.

Nando y yo no nos dimos prisa, aunque volábamos en clase turista. Con Iberia los asientos eran numerados, así que tampoco había que matarse para conseguir un supuesto mejor sitio –que a todo esto, ¿cuál es? Porque si se cae el avión me parece que nos recogen a todos con pala. Sí es cierto que tengo una pequeña preferencia por los sitios con ventanilla, pero si me toca pasillo o en medio tampoco es como para hacer un drama en un vuelo tan corto. 

Además mi compañero estaba bastante hecho polvo. En el taxi que nos llevaba al aeropuerto de Orly, ya cabeceaba y me confesó que venía de empalmada; sin dormir. Cuando nos encontramos en el vestíbulo del hotel no lo vi tan mal, pero en cuanto bajó el nivel de actividad, le alcanzó todo el sueño al que había estado ganando la carrera estos días. 

Creo que por tener tan mala cara se ganó el cacheo al pasar el control de seguridad. Te disparan el arco detector de metales cuando les apetece, algún amigo me comentó que lo había visto hacer. Todo sea por nuestra seguridad, cortesía de la paranoia mundial post-11S. 

La verdad que el pobre no tenía cara de que le molestara, en realidad no tenía cara de nada en absoluto más que de querer morirse… o en su defecto de que le dejaran dormir. Estaba convencido que nada más sentarse en el asiento, con el avión aún en pista y todo, iba a ponerse a hibernar como un vulgar oso.

Le dije que si quería nos tomábamos un café, pero el prefirió no hacerlo para simplemente echarse una siesta durante el vuelo e irse a dormir nada más llegar a su casa. Así que para combatir el sopor, opté por darle conversación. Sentados en la sala de espera de la terminal, me contó que la misma tarde en que cada uno se había ido por su lado después de tomar un café en el Marais, él había conocido a un chaval muy majo y habían pasado estos días juntos. Se le veía feliz cuando me lo contaba, pese al cansancio.

Se disculpó por solo haber dado señales de vida estos días, a través de lacónicos mensajes de texto en respuesta de alguno mío. Le dije que yo tampoco me había aburrido, que no se preocupara.


Fuimos de los últimos en embarcar, lo que nos era casi indiferente, porque nuestros asientos estaban situados cerca de la cabina. Teníamos en la misma fila, el asiento del medio y el del pasillo.

“Ponte en el del pasillo tú –me dijo Fernando –total yo me voy a dormir y así no tendrás que aguantar la cara de estar conteniéndose un pedo, de la tipa que hay en el asiento de la ventanilla.”

Me reí. Desde luego que mi risa empeoró la cara de la susodicha, pero estaba casi seguro de que no nos había entendido; hay gente que nace con esa mala sangre.


Despegamos después de que las azafatas efectuaran la tradicional demostración de lo que parecía la danza de apareamiento de algún ave exótica. Como predije, para entonces Nando ya estaba en brazos de Morfeo, y respirando fuerte, lo que parecía incomodar sobremanera a la señora de la ventanilla. 

Yo me desabroché el cinturón de seguridad en cuanto se apagaron las luces tras el despegue y me puse lo más cómodo que pude. Aún no habíamos dejado el cielo de París y ya estaba absorto examinando unos documentos que tendría que presentar en los próximos días a mi jefe. Prefería no pensar demasiado en lo que había pasado estos días. Había disfrutado como hacía tiempo que no lo hacía, pero también lo había pasado mal, porque aún después de mi explicación y de que volviéramos a empezar partiendo de una nueva base, había demasiada tensión sexual entre nosotros dos… Cuando nos despedimos esta mañana, acordamos que ella me avisaría de alguna forma cuando fuese a estar de nuevo en España y le prometí que entonces yo la llamaría. Ahora, sin embargo, no veía tan claro que fuese una buena idea.


Comenzó el ir y venir de sombras que discurrían por la periferia de mi campo visual en dirección al aseo. Una de esas sombras se detuvo a mi lado en el pasillo.

-Hola, guapo, ¿Qué lees?

Levanté la vista de mis informes y me di de frente con el rostro de mi ángel tentador.

-¡Coño! –sí, lo sé, no digáis nada, la madre que me parió...

-No, no, me llamo Sasha, ya sabes –dijo riéndose. ¡A ver! –Tomó uno de los folios y le echó un rápido vistazo -¡Buf! ¡Qué rollo! Sabes, la gente suele leer el periódico o un libro y no estas cosas raras y aburridas; yo me lo haría mirar.

-¿Y qué haces tú aquí?

-Pues es evidente; estoy acosándote –cabrona, siempre tomándome el pelo.

-Me siento halagado, ya tengo mi propia acosadora personal, pensaba que solo los futbolistas famosos tenían derecho a eso –sí, yo también sé hacer bromas… y creo que ni me tembló mucho la voz –no en serio, ¿qué haces tú aquí?

-Vuelo con dirección Madrid-Barajas, ¿Te suena de algo? –dijo sonriendo con insolencia.

-Entonces, ¿eres de Madrid? –Asintió, diciendo simplemente “Sip” -¿Y por qué me dijiste que eras de aquí y de allá, cuando te pregunté sobre eso? No sé, había entendido que ahora estabas viviendo en París –dije fingiendo estar ofendido.

-Oye, Ernesto, nos acabamos de conocer, no te pongas tan controlador –respondió riéndose y guiñándome un ojo.

-¿Tú eres un poco bicho, no?

-Ajá –e hizo como si me pegara una bofetada pero a cámara muy lenta –Venga, si te lo hubiese dicho el otro día no habría podido darte ahora una sorpresa. Uy, me vuelvo a mi sitio que ya están pasando los auxiliares con los carritos de la comida. Buen viaje, te veo en tierra.

-Buen viaje. 

–¡Oh! Ernesto –antes de irse tenía algo más que decirme –a partir de esta tarde voy a estar otra vez en España, así que cuando quieras me llamas y quedamos a tomarnos algo.

-Sí…

-…

-Te has puesto rojo –murmuró Nando como entre sueños.

-No es verdad.

-Sí que lo es, he abierto un ojo para verte –estaba a punto de explotar de risa… y yo también –tienes buen gusto cochino. Te lo digo yo y eso que a mí no me van las tías.

-…

-¡Anda el Ernesto y parecía tonto!

-¡Pero si entre esta chica y yo no ha pasado nada!... –Había levantado la voz, la señora francesa del asiento de la ventanilla me miró sorprendida y molesta -< ¡Pero si no ha pasado nada! > -repetí murmurando.

-¿No? –dijo Fernando abriendo los ojos febriles e inyectados en sangre por la fatiga y volviéndose hacia mí. Yo negué con la cabeza –Uy, a ver si no voy a ser yo aquí el único maricón.

-¡Pero tío, que estoy casado! –había vuelto a levantar la voz. La mujer francesa me volvió a mirar mal; puta vieja.

-¿Y eso cuando ha sido un obstáculo?

-Pues para mí sí, Nando, cuando uno da su palabra debe cumplirla.

-Tú mismo –volvió a cerrar los ojos y a estirarse sobre su asiento, yo volví a mis papeles. A los dos segundos volvió a la carga.

-<Mariquita>

-< ¡Fernando!> -sí, uno también puede gritar en susurros.

-<Perdón> -pero a los dos segundos ya estaba otra vez murmurando entre dientes -<Mariquita…>

Vaya viajecito que iba a darme éste…


Por: Caro y El Exiliado del Mitreo

miércoles, 7 de diciembre de 2011

2.6 - Saint-Michel


Me sorprendió su llamada. Realmente pensé que nunca más volvería a saber de él... Hasta me imaginé borrando su número del listín del móvil dentro de algunos años, y preguntándome: “¿Quién cojones será éste tal Ernesto?”


-Hola...

Luego de responder me pregunté si debería haberlo cogido. Ya me había mentalizado con la idea de que nunca más volvería a oír su voz, de transformar la noche pasada en un recuerdo más... otra relación de las que abundaban en mi vida, aunque esta vez sin polvo de despedida...

-Creo que te debo una explicación, Sasha.

Estuve de acuerdo. Aún seguía sin entender su forma de actuar, ¿por qué me había subido a un taxi y mandado a casa? Lo estábamos pasando muy bien juntos, eso era un hecho, ¿no?

-Sí… Oye, ¿Podemos vernos en algún sitio? Es que no me gusta hablar por teléfono y menos de estas cosas.

Dudé. ¿Tenía sentido verlo después de cómo acabó la noche?

La verdad es que si hubiese sido un tío más, hubiese ignorado la llamada... pero Ernesto, tenía esa mirada inocente, ese aire de niño pequeño que me había cautivado desde el primer encuentro... ¿Por qué la noche había terminado así? 

En -gran- medida porque sentía esa atracción por él, y en -menor- medida para saciar mi curiosidad, escuchando lo que tenía que explicarme, acepté que nos encontráramos...


Cuando me deseó buenas noches y me subió al taxi la noche anterior..., no sé, me sentí tan desarmada, tan adolescente, cuestionándome que es lo que habría hecho mal, si le habría acaso disgustado por algún motivo que se me escapaba. 

Llegando ya a casa de Ana, a bordo de ese taxi donde había estado dándole vueltas al asunto pese al mareo por efecto del alcohol, logré ordenar mis pensamientos con algo parecido a la coherencia y llegar a una conclusión: no debía hacerme yo esas preguntas; el que había estado mal - ¿es esa la palabra? - era él. Debía de pasarle algo, tener algún problemilla...

Quizás era virgen o tenía muy poca experiencia con las mujeres... 

Bueno, de lo segundo estaba casi convencida que era así... era muy formal, serio, sus besos eran inocentes, inexpertos, torpes... pero virgen no creo, a pesar de su timidez era un tío demasiado guapo e inteligente como para no haber ligado nunca antes... puede que se estubiese sintiendo abrumado y al salir del Merle Moqueur simplemente no pudo con la tensión... no, no tenía mucho sentido, que fuera inexperto no explicaba su reacción, tampoco le noté tan nervioso durante la velada. Estaba sobretodo excitado igual que yo...

A lo mejor era por algún tema religioso, quería llegar virgen al matrimonio o alguna chorrada del estilo... y claro, yo había aparecido en su camino, como la serpiente tentándolo con la manzana para acabar con el paraíso...

No, no, imposible, recuerdo que me había dicho que era ateo, cuando salió el tema paseando por el Louvre, mientras le hablaba de arte sacro.

Quizás estuviera casado o emparejado... y el amor se había ido extinguiendo como una vela...

Pero anillo no llevaba. Ese era un detalle, que al haber estado todo un día con él, no se me hubiese pasado por alto. Tampoco parecía ser alguien en busca de aventuras amorosas... porque además, de ser así, hubiese rematado, digo yo...

Quizá simplemente quería ir más despacio, más que yo al menos -y que el resto de los mortales en sus 30’ años -y esperaba varias citas antes de acostarse con una chica; porque...porque...porque no podía follar sin saber el nombre de la maestra que tenía la señorita en cuestión en prescolar... y claro, hasta llegar a ese tipo de conversaciones necesitaba en general un par de salidas... y a mí no me lo había preguntado -hubiese sido una pregunta muy descolocada en nuestra conversación -así que aún no podía tocarme un pelo...

Sí, yo creo que esto último era lo más probable... Eso lo explicaba todo...


De todas formas, su comportamiento no fue el más adecuado. Muy galante llamó a un taxi para mí y hasta quiso pagarlo. ¿Qué es eso? Se creería muy caballero, pero en realidad era horriblemente machista... y eso después del discursillo aquel sobre el feminismo durante la cena... 

Ya me estaba enfadando yo sola. Me conocía y si no paraba, iba a ser verle y empezar a insultarle sin decirle ni hola. Tomé aire y salí del apartamento de Ana rumbo a Saint-Michel.


Atravesando el Louvre para cruzar el Sena por el Pont du Carrousel, sin pensarlo ni quererlo, me encontré en el mismo sitio donde nos habíamos citado el día anterior... sólo un día había pasado y el escenario había cambiado por completo: de ir a una cita para compartir un día con alguien que había despertado mi interés, a quedar con ese mismo chico para escuchar la explicación de porqué me había “dejado”.... 

Bordée el Sena por la Rive gauche y lo encontré buscando el mejor ángulo para sacarle una foto a la fuente sin que salieran demasiadas cabezas de turistas, haciendo equilibrio con un ramo de gerberas naranja en la mano. Misión imposible.

- Hola -le dí un toquecito en la espalda y él se dio la vuelta sonriendo, aunque un toque turbado.

- Hola Sasha, me alegro de que hayas venido... mira, te he traído estas flores... ¿qué tal estás? 

Me saludó con dos besos que se me hicieron extraños, luego de haber sentido su lengua en mi boca la noche anterior.

- Pues realmente no lo sé, confundida supongo que es la palabra que mejor describe mi estado hoy -le respondí tratando de separar el aroma de las flores del humo de los coches que nos rodeaban -Lo de anoche fue bastante raro... el final me refiero.

- Mira Sasha, siento si te desilusioné ayer. Yo... supongo que tenías otras expectativas conmigo... pero la realidad es que yo...

Me miró fijamente a los ojos, tragó saliva y percibí claramente como se le formaba un nudo en la garganta hasta quedarse casi sin voz. Como palidecía su rostro hasta parecer un fantasma y como se llenaban sus ojos de lágrimas...

-¿Estás bien? -atiné a preguntarle, descartando la explicación de la maestra de pre-escolar y ya pensando en una situación mucho más parecida a una tragedia griega... quizás era homosexual o eunuco o eramos hermanos... 

Sin quererlo, me reí de mi última teoría...

-Disculpa, es que me da risa cuando me pongo nerviosa... ¿qué pasa? puedes hablar conmigo abiertamente, sabes que yo...

Me interrumpió bruscamente, con una voz seria pero quebrada.

-Sasha, estoy casado...


Frente a la idea de que fuéramos hermanos -que ideas más absurdas se me ocurren a veces -por un instante me pareció que aquello era algo trivial. Después, cuando fui plenamente consciente de lo que me acababa de decir, sentí como me aplastaba la desilusión, aunque por otro lado, me alegré de que fuera ese el problema. Al fin cobró sentido esa... esa forma de actuar rozando lo lunático de la víspera. 

Esa tarde, mientras en un café del mismo Boulevard Saint-Michel, él me hablaba de sus dudas, de sus inquietudes, de sus sueños; escuchándole en silencio, no podía evitar sentir cada vez más y más deseo por él ... París nunca me había parecido un lugar más triste...


Por: Caro y El Exiliado del Mitreo